Creo, es la hora de culpar al maldito recuerdo
a los pensamientos inhóspitos que me trae a los ojos lacrimosos
que siempre me caga la noche, la madrugada, mis minutos de sueño, los días completos,
los colores que no escucho y los sonidos que no veo.
Fue un intento que nunca olvidaré, que nunca contaré
no tengo idea qué me aferró a respirar en el último segundo
quizás un par de sonrisas que este recuerdo no me deja proteger
o ver la vida que nunca viví pasar frente a mis ojos que nunca vieron.
No agradezco haberme salvado de la inminente fría agua
o haber visto el color blanco donde hace años únicamente negro,
o haber sentido la vibración del cántico animal que rodeaba mi cabeza mojada
después de haber salido de la vieja posa donde me dio hipotermia cuando niño.
Es esa remembranza sin cara y con sonrisa perdida en otra noche clara
de una muerte que no llegó por lo esperado, quizás por la sospecha
de hacerle daño a la única que me hacía compañía, la luna y su blancura
en los árboles impolutos de ambos lados con mi vida salvada.
Parecerá absurdo, pero al día de hoy, aún escribo para ella
por mantenerme vivo, por alumbrar mi camino de vuelta a la misma posa
donde algún día ella dejará de brillar
y dejaré de brillar yo con ella
por fin ahogado.