Rumbo al letargo del sol
sobre esta tarde que nos vacila.
Miramos el cielo que se muda.
Tú allá, yo aquí.
Cuando va llegando ese rojo
de atardecer,
aquellas nubes emisarias
juegan a encontrarse contigo,
juegan a invadir tus ojos
encandiladas en una mirada estoica.
Cuando va llegando la primera estrella
a mis ojos,
tú estás encontrando el cielo que
abrace dos horas antes,
esa mirada extraviada que lancé
sobre la moribunda tarde ya ausente.
Esa mirada-flecha que va cruzando
los husos horarios:
punta de ausencia, cuerpo de mi sed.
Cuando la noche me ha caído encima,
y las estrellas adornan los ojos.
Cuando la noche te ha caído encima
y tus ojos adornan las estrellas.
Se enciende la nostalgia.
Despierta el recuerdo.
¿Viajera, por qué tu noche
es más cálida que la mía?
¿Por qué tu tarde es más amada?
Mi cuerpo se ausentará unos días,
el alma ha ido con el corazón en los dientes.
Con el pasaporte en la mano.