Cómo quisiera pintarte, Alejandra
y colgar tu mirada sobre la pared.
Para a diario quedarme en tus ojos terreos que absortos observan marchitos deseos
en la pálida rosa que toca tu piel.
Verte en la mañana alegre, radiante.
Serena, cayendo el atardecer.
Y avanzado ya el ocaso, imaginar que rizo tu pelo,
enmarañando con mis dedos, el ocre de tus cabellos
esperando a que sonrías pero,
¿cuándo será?
Yo que sé.
Tus ojos ausentes llenos de nostalgia,
de púrpura, guinda y de azul están
repletos,
gotean
brumosas tristezas y alguna añoranza
Que lejos quedó. Que jamás será.