Recorro de su cuerpo la distancia
que existe de los pies a la cabeza,
y siento que me inunda la fragancia
que tiene su candor y su belleza.
Galopo de sus formas los caminos,
y llego de su vientre, al gran santuario,
y en éxtasis supremos y divinos
devoto lo venero cual templario.
Navego los contornos de su talle
remando sobre mares de pasiones,
y logro que el velero no se encalle
en nuestros palpitantes corazones.
Escucho de su voz el terciopelo
que dice con constante desvarío:
Tu amor es de mi vida bello cielo
que envía con tus besos su rocío.
Prosigo con mi ruta ya trazada
buscando de sus labios dulces mieles;
que dejan mi lujuria bien saciada
y me hacen divagar en sus vergeles.
Y luego que termino el recorrido
observo su mirada soñadora;
y quedo en sus regazos ya vencido
sintiendo su pasión abrazadora.
Autor: Aníbal Rodríguez.