A 33 metros de profundidad
33 hombres,
en tanto degustaban su sake,
se miraron convencidos de que el 3
tarde o temprano les daría mala suerte.
Por lo tanto la tragedia era segura
aun comiendo su plato de pescado
ahuyentador de presagios y de muerte.
Ya pasadas las 3 de la mañana,
en aquel último 13 de su vida,
un mecánico gritó con voz aguda:
¡Agua en la torreta! ¡Agua! ¡Agua!
mientras iban directos hacia el fondo
inundados por el pánico y el ruido.
Qué corta es nuestra vida, dijo Okada.
No todo está perdido, respondió Yokoi.
El mundo se hizo negro alrededor
cuando empezaron su giro en espiral
hasta emerger como plumas sobre el agua.
Nadar, nadar, sólo nadar
fue la consigna que se dieron en silencio,
sin saber cuánto tiempo tardarían
para ver el espejismo de un crucero
que izara sus cansancios a cubierta.