UN GRITO DE AMOR
En este poema le canto al mundo entero,
con palabras firmes que griten con ardor:
¡no más indiferencia, fuera la indolencia!,
con nuestro pueblo hermano,
proscripto de su hermosa nación.
En mañanas y tardes muy mojadas,
y en noches frías como el hielo abrasador,
deambulan como hijos huerfanitos,
con heridas invisibles ya muy hondas,
buscando un mendrugo de pan y de calor.
El tronco fuerte y orondo que los sostenía,
soltó sus raíces, enfermo de la pudrición,
y un mar de muertes inocentes sobrevino
y como hojas secas al viento
se esparcieron entre la confusión.
En países extraños, solitarios, con miedo,
buscaron refugios, entre la multitud,
y con la copa de un árbol como techo,
hinchados del hambre y llenos de sol,
los días pasan, lejos de la patria
que un día amaron con gran celsitud.
Hoy rogamos todos, al dueño de la vida,
torne a sus hijos al abrigo maternal,
calme la furia de las tempestades,
que el cielo les derrame sus rayos de oro
y su vida entonces, sea vida real.