Es una mota nívea, merodeando en el espacio oscuro,
es imprecisa y está desplomándose en mi vista
es por agua, por un cristal que ayuda todas las noches
es lo que será la madrugada
es permanecer despabilado viéndote desaparecer.
Y es ella quien me acompaña con sus vigilantes
y en las lágrimas invisibles de mis días
y en las lágrimas pesadas de mis noches
y en las lágrimas olvidadizas de mis madrugadas.
Quizás he sido ayudado por ella y no lo he notado
quizás por ella aún me aprisiono a los intervalos de vida que no vivo
quizás he sido otorgado de condenas por las que estoy atormentado
quizás por ella aún me quiero morir de frío por el calor de estar solo.
Pero ahora me permito hablar de los dos:
Jamás dejaremos un solo pétalo claro sin desclavar
jamás trabaremos la incandescencia de los recuerdos boleros
jamás tentaremos la viva sensación de aquel desamor
pero jamás olvidaremos el por qué nos conocimos:
un simple momento en el acmé de la fatiga
cuando el periodo de la luna
y un cristal
mató hasta la última fuerza, ya perdida.