Con la rueda del timón hecha pedazos,
el puente destrozado y las lanchas destruidas,
este oscuro carguero liberiano
capeaba el temporal con un valor asesino.
Ile de France avanzaba en la tormenta
decidido, hacia el sitio del desastre,
a pesar de exhibir como reliquia
un ejército de pávidos turistas.
Debido a la borrasca
no pudo de momento
auxiliar al desvalido barco,
que crujía a la deriva inútilmente
golpeado por las olas y un viento huracanado.
Por último,
ignorando la furia del océano,
los náufragos del Greenville
fueron puestos en los tibios camarotes
de Ile de France,
que miraba al carguero agonizante,
arponeado sin piedad por Poseidón.