Duele el instante del beso
que no parió la boca,
hijo malogrado del deseo,
desperdicio de ansiedad,
salvación cortada
en un accidente inesperado.
Duele aquel cariño que ayer
sostenía el encanto,
la ilusion tan niña
apresurándose a crecer,
imaginándose
vestidos y cumpleaños.
Bajo el cielo despejado,
desde nosotros fluia la luz
sin sobresaltos,
y la vida era un horizonte
hermosamente dibujado.
Solíamos reir
tentando el desatino,
reinventando la libertad ,
amasando milagros,
tú siempre junto a mi,
yo siempre a tu costado.
Eduardo A Bello Martínez
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