Marcabas el dolor en cada paso, una palabra tuya la destruía por completo y que raro era saber que te tenía y no debía.
No debía esperar de ti esa bondad, que deseabas que se transforme en magia.
En una magia llena de amor puro, con desdichas y malos entendidos, pero que se arreglarían más adelante con un puñado de besos y risas contagiosas.
Era lunes por la noche y allí descubrió que habían pasado 121 días de tu partida que no volverias aunque a ella le pesen los párpados de dolor.
Que no harías el llamado a su puerta porque ya correspondías a otra ilusión.
Y que loco, suena tan poco, que aunque pasen mil años y tu ausencia siga en pie, ella aún te esperaría, te esperaría con una mochila gastada de recuerdos que resolver.
-Denise Arredondo