No hay un final ni un inicio,
solo este inmenso laberinto
de caminos inconducentes
que se bifurcan y convergen,
se dividen y se retuercen,
se enredan y se confunden
Acaban, terminan y desaparecen
bajo la oscuridad siniestra
De la noche interminable
Y el vacío se hace inmenso
Y profundo como la desesperanza.
Esa nube negra que cubre nuestro cielo.
Cielo sin sol y sin estrellas, cielo ya sin luz.
Nada nos consuela, nada nos protege.
El dolor es infinito
Y la tristeza…
Una invitada permanente.
Levántense de la tierra los ángeles negros
Eleven sus notas discordantes,
Saluden a la maldad triunfante
Que ahora se levanta sobre los cerros
de alambres y cercas de fierro.
Ya nada ni nadie nos protege
El amor es una mentira
Y Dios ha muerto.