Si fuera escultor,
buscaría nuevas materias
de donde extraer la textura sedosa
de tus cabellos,
el tacto encendido de tu piel
acariciadas por las llamas
de mis manos viajeras.
Pero solo soy aprendiz de poeta,
y las palabras se me escurren entre los dedos,
como húmeda arena
cuando intento esculpir
la cálida morbidez de tu vientre,
las esponjas doradas de tus pechos,
las boas de tus muslos
enroscándose en mi cintura,
tu grupa que me incita a galoparla
por sendas de locura.
Mi pluma moja en tu cáliz de fuego
pero la tinta se niega a secarse
Y emborrona la hoja de mi deseo
hasta hacerla ilegible.
Solo mi lengua eleva sin palabras,
embriagada por tus mágicos besos,
una eterna elegía a tu ausencia,
una oda a tu cuerpo de diosa,
mientras mis manos arrojan una tras otra
las emborronadas cuartillas
al pozo sin fondo de mi impaciencia.