Vos
de ojos cafés y labios carmesí,
cabellos crespos y piel canela,
que siempre tenés un porqué sonreír,
te has convertido en mi eterna condena.
No hago más que mirarte desde la lejanía:
tu existencia ha cautivado alma e inspiración mía,
cual flor que existiese en el Edén un día
y, por su belleza, ángeles custodiarían.
Tenerte tan cerca, pero apreciarte a escondidas,
está condenándome a un mundo de fantasía
donde imagino tu luz fundiéndose con la mía,
bailando nuestro pasillo en perfecta armonía...
Mas, no es suficiente, valiosa perla mía:
clamando se haga realidad tal utopía
mi corazón grita cuando el idilio termina...