Dentro de mi, había un joven inocente,
sincero y lleno de ilusiones;
ansioso de derramar sus besos,
con románticas canciones.
Fuiste la primera que se topó conmigo,
o mas bien dicho, con ese joven inocente,
te abrí de par en par las puertas de mi inocencia,
pues, aun no conocía la palabra, prudencia.
Y tú mataste a base de tanto sufrimiento,
la inocencia que Dios me dió al nacer,
Cuando traicionaste el amor que te entregué,
cuando te marchaste, sin decirme adios.
Mi corazón lleno de amor por tí, hervía,
y aquel jarrón desbordado por la abundancia,
se fue secando por tu ausencia injusta,
por que no supe, si habías muerto, o vivías.
Fue tal tu ausencia que desapareciste por completo,
y no me buscaste mientras aun era tiempo,
cuando mi inocencia agonizaba,
y aun no moría totalmente.
Y mi inocencia murió, por la traición inmerecida,
y aquél joven inocente fue enterrado,
y otra mente surgió,
la del joven desconfiado.
Dejé de ser inocente, lleno de entrega,
y aprendí que en el amor se camina sobre espinas,
aprendí a cubrir mi corazón con hielo,
para no sentir mas esa traición y alguna otra.
Es un hecho real, y no es mentira, Mayra,
Y esa herida que me causaste no se ido,
permanece, solo que a manera de cicatriz,
como recuerdo, de aquel joven inocente, que fui.
Tuvieron que pasar cientos de lunas,
para que mi corazón quebrado se recuperara un poco,
y con los años, aprendí a amar de nuevo,
ya no con un amor inocente, ni pervertido, tampoco.
La medalla de la traición tú te la llevas,
y colgará para siempre en tu memoria.
Tenía que escribir esto, deveras...
de aquel joven inocente...de su historia.
Autor Bernardo Arzate Benítez