Daniel Memmo

El viejo que no quería morir solo

Rodeado de algunas vecinas dulces y serviciales
el viejo rendido en su cama,
contemplaba los rostros,
era en este momento..,
justo en ese momento,
de sombras..,
de abandonarse..,
de dejarse ir..
pero ya nada es como añoraba,
de aquella despedida,
y nada fue fin..,
el otoño y la tragedia se adelantaron,
Nunca tuvo miedo al instante que lo asechaba la pálida muerte,
solo tenía un deseo como última voluntad,
que la mano que lo sostenga fuera la de ella,
acariciándole su mejilla,
brindando paz,
susurrando con su dulce vos,
dejarse arrastrar como una hoja en el viento,
prometiendo la primavera,
pero ella se fue primero llena de tristezas,
ahogada de angustias,
con sus manos heladas,
de vivir siempre en la espera,
de sentir.., como le dolía sentir!
En la pared del cuarto,
solo queda la figura de lo que fue un crucifijo,
él fue quien lo quito, y se lo coloco en sus manos,
cuando ella dejo el vacío del lado izquierdo de la cama.
-Era inmensa!!-,el repetía cuando le preguntaban por el símbolo,
-Como alguien puede encender velas, a la imagen que usan los oscuros, para justificar la oscuridad?- consultaba sin esperar respuesta.
Ella estaba llena de fe en el vacío de su pecho y condenada a luchar,
como sin vida,
como sin alma,
pero con el espíritu que engendro
y ya nunca más será olvido,
-en la tierra, el castigo de los justos,
en cielo la verdad y el perdón del todo- decía ella,
mientras recorría cada pelotita de ese rosario negro,
El viejo que no quería morir solo,
exhala su última queja,
se despide en su sencillez,
en este mundo que algunos desean lo simple de la felicidad,
y esta se ve arruinada por aquellos que no sueñan,
que no anhelan,
solo destruyen con un egoísmo salvaje,
con un canto ruin, celebran la oscura muerte,
lo oscuro de sus almas,
lo único que brilla son sus pertenecías,
se olvidan que su vida es efímera,
que el poder que los alumbra, mañana los cegara,
y habrán dejado un legado sombrío,
una eterna sombra serán…
El viejo que no quería morir solo,
yace dormido,
espero que duerma el sueño de los justos,
que su descanso sea la recompensa,
que este mundo de tinieblas no le pudo dar,
y su mayor enseñanza fue no claudicar,
para darle un poco de luz a este lugar.

 

     Daniel Memmo