PRÓLOGO DE INVIERNO.
El Duende que desata en ráfagas el viento,
el que enciende los luceros de la noche
y precipita los cristales de la lluvia,
cruzó este laberinto de bombas y misiles,
con un pálpito de asombro en la mirada.;
Duende travieso,
sobre la nieve limpia yo descubrí tu huella;
te busqué a tientas por las galácticas sinuosidades del insondable espacio,
toqué y palpé tus viejas cosas de número infinito,
tu orden asombroso que es tu propio desorden,
oh!, viejo escurridizo que desatas en ráfagas el viento,
y enciendes los luceros de la noche,
-¿por qué esta fúnebre presencia de fórmulas humanas?-
-¿por qué este búho nocturno?
-¿por qué su canto?....