El cansancio agobia, pero no es lo peor. Son aún más duros los amaneceres rotos, en los que no escucho tu voz.
Y los atardeceres intentan hacerme perder la razón. La costumbre va consumiendo poco a poco mi corazón.
La noche es un amargo pasaje que no quiero abordar. Me resisto a mirar el cielo, porque de pronto aparece el manto estelar.
Las estrellas me lastiman, y no sé si es una alucinación, pero al contemplarlas juro que puedo verte, como antes de nuestro adiós.
Algunas ocasiones pierdo el aliento y toda valiente intención. La motivación se difumina como las luces de un carrusel.
La esperanza se entorpece al recordarte con una melancólica canción, y a pesar de todo, te extraño.
Tal vez lo olvidaste, pero hoy es la conmemoración de aquél lejano día, en que obtuviste de mí la mejor versión.
No es una trampa, no intentó ocasionar una confunfusion, sólo te invito, amor de mi vida, a que abandones por fin esta imaginación.
Y yo no te olvido, te quiero por las mañanas, un poco, y por las madrugadas, se desvela llorando por ti mi corazón.
Yo no te olvido, nunca lo hago, aún te extraña mi corazón.