Fue un simple silbido que en mis ojos dibujó letras
ahora canto que los árboles tienen un lenguaje oculto
que les platican a las sombras quietas
perdidas en los filamentos del recuerdo.
Ese silbido oculto que implanté en las letras de la poesía
mi maldita y débil poesía entremetiéndose en las calles de lástima
buscando querellas donde la ambición de sangre triunfa
y se sientan en la mesa guarera de la taberna
para que todo el barrio conozca todo lo que yo sería.
Ese silbido inaudible y perfecto que de la poesía traté de borrar
avivando comentarios despreciativos de incluso mis pasos
mi joven y ya muerta poesía atravesando las paredes de mi hogar
y se profesen glosas que cenan en el aposento de los juicios alentosos.
Ese silbido sin sonido y tan ruidoso que de la poesía hará uso
trazando arrepentimiento en la pútrida memoria de mis noches
y canturrea junto a los árboles la sentencia de mis recuerdos:
¿por qué habré enterrado en este blanco sarcófago un silbido que escribí y las letras que sólo yo escuché?