Ando trás tu risa
que abre el camino
y ya no se esconde.
Voy y vengo de tus manos
buscando la mirada,
resbalando por un tiempo
de compases azules,
cuesta arriba,
y al acercarme a la boca,
nacen besos
con vocación de palomas,
que van empapelando
de sonidos la casa.
Momentánea y cautiva,
emerges con la fragilidad
de un pulido encanto,
cruzando por mis versos,
y entonces estás,
te quedas,
eres tú y eres la tarde,
brotando de ti misma,
con un puñado
de luz hacia mi boca.
Delpelo negrísimo
y tus ojos de noche,
surgen respuestas
que opacan
todas las preguntas
de las manos.
Hacia tu nido te mueves,
bajo mi piel;
me voy contigo.
Eduardo A Bello Martínez
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