Me dije una vez revolcandome entre sueños
¡tú mofar te de mi!. Me importa un bledo,
caí sin tropezar al abismo de la oscuridad,
cosido mis ojos a la hoguera de troncos,
mi boca gritaba hacia mis adentro.
Yo...percibí al mismísimo diablo,
que importa a los demás; lo que sintiese
¿Acaso no me ven como me quebranto?
¿Que buscan?
Las satìras volaban y caían sin gemir!
entre reojos y las paredes reìan...
Estaba él siempre con el rostro de descaro,
despampanado bailaban los antifas;
simulando las pupilas ser hombre
a fría torpeza.
Ahora...la verdad sea dicha, yo me insulto.
Dormí dopado en las nubes del limbo,
respondiendo me siempre... ¿Que hice? ¿Que dije?
¿En que mundo estoy?
¿Acaso la verdad existe?
Encuentro lenguas con espinas
incluyendo la mía que chata lo es,
me atormenta la conciencia y la inocencia,
del sueño de aquél que salpíca la noche,
oh veneno; en líneas de calles solitarias.
¡Maravilloso! ...como sí yo fuera un confeccionarío,
después de todo, ¿Quien lo dijo? ¿ Tú?...
No. La verdad no tiene mentira, duele
asì de honesta la señalan...ella es
-acaso soy la santa, pues...
¡que mientan mis demonios!.
Me hundí en el silencio de una,
abriendo mis ojos negros
como un hombre cuando no siente nada,
entonces justifique:
mis delirios,
mis defectos,
mis razones,
mis pecados
Cuando en realidad somos todos
un solo cuerpo; sin sombra al final y sin culpa.
Autor: Gladys Ma. Henao Cortez