El mañana me pesa como una promesa olvidada
y se deshace entre mis dedos como la baba de un caracol,
dejando un reguero de tristeza.
El presente es el eterno ausente;
cada vez que pienso en él,
desaparece.
El pasado es una quimera a la que corté la cabeza,
pero no sirvió de nada;
le creció una nueva,
y aún más fiera.
¿Quién me hará vivir cuando ya no quede nada más de mí
que el silencio que recubre de polvo el sarcófago del sueño?
Cuando yo ya no esté,
vísteme con los colores del momento
y recuérdame como un instante vivo,
en movimiento,
que el pasado es difunto
y el recuerdo flota muerto
en las oscuras aguas del Leteo,
donde la memoria agoniza entre gemidos lastimeros.
© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.