Dijiste tan fogosa: ¡Yo te quiero!
sonriente como luna despejada,
tu cuerpo parecía un limonero
sudando con rocío de alborada.
Lo nuestro no es amor de principiante
dijiste con tu voz muy dulcemente;
es fuego tan voraz, tan arrasante,
que lleva del volcán su lava ardiente.
Por eso, ven y calma mi lujuria
que fluye como río desbordado;
ataca mis entrañas con la furia
de un tigre de Bengala encadenado.
¡Y marca mis contornos con tus besos
haciendo que penetren en mis huesos!
Autor: Aníbal Rodríguez.