El vino se llena de esa tristeza
que las uvas le transmiten
cuando las pisan.
Se alegra con el sol de la mañana
que saluda la viña.
Despierta lenguajes antiguos
en las bocas que lo beben.
Se encabrita en la ausencia
que deja en la botella.
Teje su resplandor en la pareja
que baila sus caricias.
Aplaude frenético al balcón
que besa con pasión la serenata.