Eres sierpe
que me hechiza con su mirada,
que suave me rodea,
que luego me abraza
y dulcemente me embriaga
con su ponzoña de amor.
¡Ay, cuánto dolor amortiguado!
Eres catecismo
que me conduce al pecado.
Eres Eva en el paraíso
de lo más mundano.
Eres Dalila seductora
que en tus brazos caigo
prisionero de buen grado.
¡Ay, cuánto placer exhalado!