Dijiste que no te irías,
que la calle jamás estaría vacía,
que mi corazón por ti nunca sufriría,
pero claro, no eran más que fantasías.
Y aun me río de las mentiras,
de tantas cosas que decías,
de la vida falsa en que creía
y de tu alma ajena a mi agonía.
Yo nunca quisé otra vida
que la trazada en estos días,
más hoy me quedo con la herida
la llamaré por ti, Santa Lucía.