Por ti se levanta alegre la mañana,
porque tus pies
van pintando de amarillo las aceras,
y una luz en tus ojos
ilumina los escaparates
al ritmo acompasado de tus pasos.
Hasta el pan se vuelve más tierno cuando entras a comprarlo.
Así, sin más,
vas alimentando con tu figura
la mañana,
y la ciudad.