Extendí mis manos al horizonte.
Hice silencio en lo profundo de mi alma.
Escuché la Eternidad que, cual música suave acariciaba mis oídos y erizaba mi piel.
Lágrimas abundantes brotaron de mis cansados ojos, no había palabra que pudiera expresar ese momento.
Quemaba mis entrañas la soledad inclemente, toqué mi miseria de ser inerme.
Quise ser nada, quise desaparecer sin dejar huellas, quise morir en mi misterio. Desnudo me vi ante tanta magnanimidad.
Abandónanme en ocasiones las fuerzas que me sostienen, siento hundirme en el fango pútrido de mi existencia. Me desgarra el grito ensordecedor que me produce tu ausencia.
¿Quién eres? ¿Quién soy? ¿Qué quieres de mí? - fue lo último que pronunciaron mis labios -
Cuando siento desfallecer para siempre, apareces en forma de pequeña luz. Como una luciérnaga tímida. Te acercas despacio, me tomas en tus cálidos brazos, besas mi frente de nácar, susurras al oído palabras de amor, de consuelo. Me acurrucas en tu regazo protegiéndome en tu vientre.
¡OH consuelo! ¡Oh sosiego que invade mi ánima!
Enjugas mis lágrimas, contigo alzo el vuelo perdiéndome en la infinidad.
Soy luz, soy viento, soy estrella fugaz en medio de la noche, soy todo y nada, soy…