En la casa de la esquina,
la de los claveles blancos,
tejen su nido de amor
Mariana y Marcos.
Crecen dos lirios pequeños ,
uno siete, el otro cuatro
y un capullo que abrirá
a fin de mayo.
“Son el uno para el otro”
repiten siempre en el barrio,
es familia con valores
atesorados.”
Mariana espera a su hombre
con el cabello arreglado,
fino mantel en la mesa,
y un candelabro.
Abre la puerta,se miran,
sus ojos relampagueando,
y tiernamente se funden
en un abrazo.
La casita de la esquina,
la de los claveles blancos,
guarda un oscuro secreto
a cal y canto.
Una mirada, un reproche,
desata la ira en Marcos,
olvida que es su mujer
y alza su mano.
El golpe duele en la cara,
y como brutal zarpazo
destroza su corazón
enamorado.
El le suplica perdón,
ella disculpa el maltrato,
y su triste humillacion
sigue callando.
“El me quiere con pasión,
jamás voy a denunciarlo,
hoy me regaló una flor
cómo no amarlo?”
La casita de la esquina,
la de los claveles blancos,
siguió guardando el secreto
a cal y canto.
Una tibia madrugada,
la calma se hace pedazos,
por el llanto de dos niños
desconsolados.
Mariana se fue a una estrella,
era el final anunciado,
el cielo la recibió
en su regazo.
En la casa de la esquina,
ya no hay claveles blancos,
unas manos pequeñitas
los han cortado.
El firmamento de luto,
el sol huyó avergonzado,
juega el viento entre los pinos
del camposanto.
Flota un grito por salir,
duerme un sueño desgarrado,
y lloran junto a una una cruz…
claveles blancos.