Se despertó antes que el alba,
y ya no pudo cerrar sus ojos,
se desvelo antes que llegue agosto,
ya ha pasado meses y al sueño le canta,
para que sus pupilas se apaguen,
pero el soñar no la hipnotiza,
su carne siente la fatiga,
pero sus ojos no se cierran,
tal vez cuando llegue el fin de la primavera se duerma,
quizás sea su última esperanza,
descansar cuando el paisaje se encuentre florecido.
El frío amarra su cuerpo,
no es por el invierno,
é l ya se ha ido y aún permanece ese escalofrió,
no es por sus pies descalzo,
que caminan por la hierba seca,
ni siquiera por las lágrimas que se deslizan por su rostro,
tal vez sea por aquel otoño que se volvió melancolía,
o quizás por la ausencia de los geranios rojos en el patio,
de aquella promesa que se volvió engaño,
la luna como testigo, de aquel pacto incumplido,
exhala cada suspiro como pena,
no caben en el aire tanta tristeza.
Sentada como una roca en el zaguán,
desvelada y taciturna contemplas el camino,
no hay dolor tan grande que inventar la esperanza,
de verlo regresar bordeando el camino,
que regresen con él los geranios,
la risa y el canto de los pájaros,
amarrase a su cuerpo y contemplar la lluvia lavando el patio,
compartir la meza, como el festín de los enamorados.
Se despertó antes que el alba,
y ya no pudo cerrar sus ojos,
desvelada te has quedado,
y al sueño le cantas.
Daniel Memmo