Abrázame, con tus dobles dolores
mientras están marchando mordiéndote
los pechos y ahógalos en mi llanto atravesado
que sonríe.
En tus sogas amárrame, mientras me detengo
en tu densa fiebre incombustible
como un buen mendigo
que duerme rendido al frente de tus diminutos pies
Arráncame los lutos, con los luceros fugitivos
de tus ojos, que se arrojan
como purpureas flechas y espanta
a estas impías sombras del olvido
Con esos brazos que se elevan
como celestes palomas para besar el aire
tómame y húndeme los labios
hasta el fondo de mi triste corazón.