Advertí la tibieza de tus manos,
en dulces caricias, en alas del sentir;
con tibia dulzura que, en tiempos lejanos,
en seductora noche lograron cohibir.
De tus manos recuerdo cada roce,
aventuras en campos adornados de amor;
voz de amor, para aquel que bien la conoce,
como la alegre alondra y el dulce ruiseñor.
Cada roce era un trazo en el diseño.
Sabías del proyecto final de arquitectura,
de las líneas precisas marcadas con empeño,
ventanas y balcones bosquejan sin premura.
El diseño tomó singular forma
en la composición del museo y tu cuadro
-armonía de tonos, relieve que transforma-,
dibujando mis manos, trazos en tu recuadro.
Por senderos de proeza
advertí de tus manos la tibieza.
El singular diseño tomó forma
de rito procaz, sin norma.