Te miré sonreír, tu rostro me iluminó
ahora fosforece mi mundo antes oscuro
al verte aparecer, el corazón dio mil vuelcos
se quedó como un perro ladrando ante tus pies
porque tu alma ligera se acurrucó en mi rostro
tembló sin frío ni fiebre y sudó sin calor
ahora la perturbación que ejerces se enreda
en lienzos blancos que se descuelgan, no hay techo aún
el cielo es la frontera desnuda, ineludible
convergen trinos, vientos, ruidos de la ciudad
pero no eres tú de este mundo, ni de este cielo
te ubico dos, tres o cuatro glorias arriba
iré desde mi edén, no tardaré tanto… espérame.