Dueña de tu rubia melena,
cayó sobre mí tu mancha vestida,
tu dulce rayo que se me volvió pena:
¡Oh, no podré gozar de tu imperial bienvenida!.
Tu piel blanca y tu trasero de gala,
canta tu imagen fugaz y halagadora
en mi mente apacible que me acorrala:
y es que me envenena tu femenina aurora.
Madre muerta en la nocturna bañera,
con sangre de virgen de rocío inocente:
¡qué vacío para tu hijo joven sin quimera!.
Y yo sin tí, Venus Madre Serpiente,
que ya no te podré besar, oh bella extranjera,
pues soy sólo para ti, un violín indigente.
NACHO REY