Como amanuense lapidario
el ruido ara la piedra
de mi epitafio onírico
prólogo infinito
que perpetúa
el obstinado fraseo
allí donde se requiere
el cuello en calma de la blanda rosa
una mordedura de amapolas
escarba profundo
la llama desasosegante
escultural espíritu
aquella iluminación de terciopelo
impregnaba la repentina roca del oleaje