¿Por qué tu arco y numerosas flechas?
¿Por qué apestar la superficie terrestre
y el deseo de borrar a los mortales?
¿Por qué el rechazo de miradas masculinas
poniendo dique a seducciones cálidas?
¿Por qué el fastidio de sanar heridos
y la afanosa protección a los menores?
¿Por qué la inclinación a otras especies
y el gusto de jugar con los venados?
¿Por qué el placer de figurar como desastre
mientras haces exigencias a tu padre?
¿Por qué tus muchos diferentes nombres
y tantos arcos y flechas como Apolo?
¿Por qué la túnica azafranada y corta
con bordes rojos junto a las rodillas?
¿Por qué el poder de manejar la luz
y tener sesenta ninfas oceánicas,
niñas todas y de iguales años?
¿Por qué otras veinte de lagos y de ríos
que sueles humillar sádicamente
haciéndoles besar tus borceguíes
mientras les pides doncellez eterna?
¿Por qué sabuesos feroces e inmortales
que salen a cazar por todo el mundo?
¿Por qué lo infausto de cuidar los partos
y guardar como sagrado un nombre
tornándolo atributo de la virginidad?
¿Por qué pedirle al Tonante tantas cosas
cuando acaricias su pelambre olímpico?
¿Por qué jurar contra los celos de Hera
y obtener treinta ciudades para ti,
si reinas en el mar y en tierra firme?
¿Por qué intentar el dominio de las islas
si ya guardas sus caminos y sus puertos?
¿Por qué viajar a la lejana Creta
donde hay madres que donan a sus hijas?
¿Por qué visitar los tenebrosos cíclopes
en pos de aljabas y plateadas flechas?
¿Por qué estrujar el pecho de don Brontes
despreciando sus amores y ternuras?
(¿Cumpliste acaso la promesa hecha?)
¿Por qué castigar a Acteón por voyeurista
transformándolo en ciervo desvalido
poco antes de azuzarle la jauría?
¿Por qué tanta venganza sin sentido
con tu medrosa y bellaca hipocresía,
diosa insufrible de la sucia castidad?
Como no tienes respuestas valederas
que justifiquen tus mil perversidades,
te mando sin rodeo a los infiernos
a que vivas hundida entre las llamas
hasta el último segundo de la eternidad.