En las últimas horas mi soledad me pone a escribir.
Estoy rodeada de gente, escuchando clásicos, chasqueando los dedos y moviendo el esqueleto.
Frecuentando al coito para sentir compañía, el calor humano satisface mi carne y mis sentimientos. Recostar mis labios en las almuadillas de un rostro, detiene las gotas que brotan por mis ojos.
Atrapada en el túnel del aislamiento con una estaca en mi pecho, sobrecargando mis pulmones de humo, incrustados diamorfina en mi sistema.
Yacida en el sufrimiento, pasando momentos agónicos de infinito martirio.
Esperé él huésped de la noche, con una botella de chapoutier, que mi gaveta almacenaba, junto con dos copas para iniciar la velada.
Azrael ha llegado y me lleva de su mano a ser juzgada, para que mi alma descanse y se vaya.