La noche cuelga ahora su cúpula muy bajo
Muy cerca de los huesos que duermen aún con vida
En las calles cruzadas y las casas antiguas.
En ruidoso silencio desprende su badajo.
Su luces miserables marchitanse por tramos
Dejando cicatrices y atmosferas heridas.
Los muros y las almas tropiezan en las ruinas
Del polvo revoltoso que emana de los trastos.
La gente que se queda y el alma que ha pasado
Perciben la amenaza que en actitud de esgrima
La medianoche esboza como un latente asalto.
Refluyen y se atascan ante un verdoso látigo
Las frágiles linternas que casi no vigilan.
Apenas son cerillos los postes y los faros.