Érase una vez el amor.
No tengo idea de donde se pasea,
si está conmigo o solo es rumor del que lo desea.
Delante de mis ojos que cuan ardiente chimenea
desaparece todo sin respirar si quiera.
Sin aun verlo estaba ahí
Y mi mente con sus intereses empezaba a abrir,
al mundo empecé a descubrir.
.
..
…
¿Dónde andas en este mundo de vil y mil caminos?
¿A caso no me veis que aun andaba como ramero empedernido
detrás de tan ágil vecino
que, viviendo al lado
las noches en la cama mía dormía?
Él a mí no me veía.
La ceguera que a mí no invadía,
a él se lo carcomía y me dejaba sin fila
en donde unir quería, hacía.
…
..
.
Fiel,
a la muerte suele ser.
Conmigo…
¡No!
Ese que parece ser su Dios
que con solo su voz
vuelve a no tener más consolación
que la de la misma desilusión
en que los embarcó.
El Dios de aquellos que no me ve
se ha muerto,
no solo para mi
si no al que con mis escritos
logre enamorar.
Érase ese amor pero que tuve que matar.