LA SANGRE ROJIZA FLUYE
Llegó cubierto de harapos.
Con las manos agrietadas.
Hirsuto el pelo caído,
sobre los flácidos hombros.
Sin brillo los tibios ojos,
como mirando al pasado.
Y en el tumefacto rostro,
huellas del pesado fardo,
sobre sus pies destrozados.
Llegó sin pena ni gloria,
después de sufrilo todo.
En la mirada el letargo,
ahíta de su cansancio.
Los cíclicos pensamientos,
de miseria rebozados.
En la boca desdentada,
unos temblorosos labios.
Como bordes acorchados,
sobre la cara pegados.
El aire se torna ácido,
sobre el rostro demudado.
Desvaídos los mechones,
de vello entre los colgajos.
Cada paso es un triunfo,
en sus desgastados órganos.
La voz, apenas audible,
busca encontrar los oídos,
que atenúen sus agravios.
Pero se pierde en el aire,
como el suspiro de un pájaro.
La luz le ha dado la espalda.
Mientras la sombra se acuna,
sobre sus huesos helados.
La marcha penosa sigue,
sus fatigados latidos.
Al corazón no hacen caso.
Como si fueran de otro,
los achicados alientos,
que se agolpan en sus labios.
Cada pisada retiembla,
en su esqueleto cansado.
La gente a su paso vuelve,
la mirada hacia otro lado.
Y de soslayo le observan,
temerosos de contagio.
Su propia vergüenza huye,
sin enfrentarse al que cae,
para no ver su pecado.
Pacientemente el mendigo,
extiende su frágil brazo.
Héroes son lo que se entregan,
sin esperar nada a cambio.
Dando la mano al caído,
pues el color no hace daño.
La sangre fluye rojiza,
en el cuerpo del humano.
Aunque el color de la piel,
se vea con otros tonos.
A.L.
http://alupego.blogspot.es
10/01/2019