Cerrar lo ojos, respirar profundo, abandonarte al momento.
Tratar de hacer silencio en el bullicio interno.
Suspenderte y dejar que transcurra el tiempo, sin prisas, sin preocupaciones, sin tormentos.
Lo que ha de ser, será. No tengo en mis manos el poder de cambiar las cosas, los acontecimientos, el devenir. Mientras más quiero controlarlo todo, más me desespero y entro en un espiral de autodestrucción: insomnio, tensión alta, agitación, mal humor que me lleva a destruir tan solo con una mirada, una palabra, un gesto. Lo que puedo hacer hago, en lo que me puedo esforzar, me esfuerzo, no es mi decir, una pasividad inútil, sino mi realidad.
Cada uno sabe los fantasmas que lleva dentro, sus monstruos, las goteras de su hogar interno. Con el pasar de los años siento que me he vuelto más realista. Sobre todo más sincero conmigo mismo, al final de cuentas es con quien viviré lo que me resta. Busco más la quietud que el bullicio, mi ordenador, la quietud del hogar, contemplar la natura, compartir sincero con quien aprecio: diálogos, detalles, risas. Los que realmente son amigos han permanecido, (incluyo los virtuales) los que no, pues ellos mismos se han ido, que la vida los lleve por buen camino y no les tome en cuenta el dolor, la ofensa que me han inflingido.
Este es mi vivir, una gran aventura. Gran maestra que me enseña con brazo firme y paso lento.