La vi correr por la mañana,
llevaba toda prisa la despeinada,
puesta encima iba con un vestido rosa,
zapatos carmín, ella iba toda preciosa.
Era aquella, una mañana muy seca,
la inmensa soledad reinaba a todas cercas,
el frío intenso congelaba el tiempo
y en aquel silencio oyóse la melodía del viento.
Era aquella, una mañana de invierno
se oían sus pasos congelados, apresurados,
cabizbaja y reluciente cual flor brilla en pleno invierno
gélido el momento, su presencia no mostraba descontento.
Era aquella una mañana muy triste
con esa melancolía que hasta el alma desviste,
desde aquella funesta esquina la observaba
saciar su desquiciada sed, es lo que él deseaba.
Y en aquella mañana ya casi terminada,
a oídos sordos trajo el viento la noticia desolada,
esa reluciente flor que en la mañana caminaba,
hace instantes la frescura de su aliento le fue arrebatada.
La mañana ya culminada y el sumiso olor a muerte
en las mentes ciegas destapaba, tiembla el recuerdo cortante
la niña de rosa, zapatos carmín, aquella muy preciosa,
fue apagada por la sed del que deseosa la observaba.
¡Ay, el dolor de esta mañana!, se oyen aún las quejillas,
tiembla el poco sol en las pupilas, gotas resbalan por las mejillas,
el mundo entero cobarde silencio guarda, lagrimas caídas dejadas
en olvido, una de tantas flores que su fragancia le fue arrancada
por un desquiciado mental y nadie dice nada.
AUTORA: YENIFER FARA
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©04/12/18©