Centelleantes estrellas
alumbran el firmamento;
una luna misteriosa,
desde lo alto, sin desdeño
despliega su blanco manto
sobre montes y senderos.
Una nerviosa luciérnaga
se levanta rauda en vuelo,
con su luz fosforescente
disfruta de su paseo,
se posa suave en corolas
de dormidos crisantemos,
de anaranjados colores
y muy variados diseños.
Sobre ramas de los robles,
juegan monos picarescos,
son los lindos cariblancos
inteligentes y tiernos,
que en las copas de los árboles,
siempre demuestran ingenio,
siendo graciosos primates,
buscando sus alimentos.
Llega el alba con su sol,
le da esplendor al riachuelo,
de corrientes cristalinas
agitadas por los vientos.
Sus entrañas llevan vida
un santuario verdadero,
donde conviven especies
y sus aguas son los templos
donde existe la armonía,
para el humano un ejemplo.
Transcurrieron los veranos,
la luna como al comienzo,
es gendarme de la noche,
hoy, triste guarda silencio,
ya no existe aquel ambiente,
fue destruido por dinero,
nunca más hubo equilibrio
el bosque quedó deshecho
fueron los depredadores
llenaron con el acero
el cause del claro río,
¡Terminó siendo concreto!
“Los robles y cariblancos,
tristemente, ya están muertos,
con desazón me pregunto,
¿De qué valen estos versos?”