“Solías envolverte en cuentos de hadas. Cómo una manta pero lo que amabas era el frío.
Escalofríos agudos al descubrir los cuerpos de las esposas de Barba Azul.
Escalofríos más dulces, cuando el príncipe azul te coloca el zapato de cristal en tu pequeño pie.
Calza perfecto.
Pero en la escuela, las princesas reales te pasan flotando en vientos de otoño.
Viste el abismo entre las chicas ricas y tú, y juraste dejar de creer en cuentos de hadas.
Pero estás historias estaban dentro de ti, profundas como veneno.
Si el príncipe azul era real, él podría salvarte. Necesitabas ser salvada de la injusticia de todo. ¿Cuando llegaría?
La respuesta era un cruel gesto de desdén en cien momentos fugaces.
El despecho en la cara de Stevie Smith cuando te llamó vaca.
La mano del tío Jeff en tu trasero en la cocina en día de acción de gracias.
La acusación de los ojos de tu padre cuando se lo contaste.
Por cada chico disfrazado de hombre que dejaste entrar a tu cuerpo, tu corazón. Aprendiste que no tienes la magia que vuelve príncipe a la bestia.
Te rodeaste de las chicas que siempre envidiaste con el deseo de compartir su poder y te odiaste y eso te denigró aún más.
Luego, cuando creías que era mejor desaparecer. Él te vio. Y en el fondo, sabías que era demasiado bueno para ser verdad pero te dejaste llevar porque fue el primero con la fuerza para levantarte.
Ahora en su castillo comprendes que el príncipe azul y barba azul son el mismo hombre.
Y no tendrás un final feliz. A menos que ames las dos caras.
¿No querías esto? ¿Ser amada? ¿No querías que te coronara? ¿No lo pediste? ¿No lo pediste? ¿No lo pediste?
Entonces di que puedes vivir así. Di que lo amas. Di que lo agradeces. Di lo que sea menos la verdad.
¿Y si no puedes amarlo? “