Ya se le fue la noche
y otra noche lo anima,
vestida de día.
No ve.
No sabe amanecer
y flota en el agua
sujeto a la caña
entre sedal y plomada.
Trompo de corcho,
fantoche sin ojos
arrojado a la nada
que no puede nadar
ni hundirse en el fondo,
ni sentir, ni pensar.