Aquel veintiocho de abril,
una niña reía en el jardín,
jugaba feliz por la vida
y su bondad sobresalía.
Pero al cabo de unos minutos
no vio más el mundo,
porque aquel hombre de manos grandes
se apoderó de su alma tan agradable.
Le quitó su inocencia y belleza
le quitó la vida,
le quitó tantos sueños que tenía...