Hoy la soledad me susurra un poema al oido,
siento su voz apagada pero aprecio su esfuerzo,
su mirada yace cansada y sus manos temblorosas
intentando remover mi alma.
La miro sigilosamente y le invito a un lado de mi cama,
ella sigue cabizbaja, da pequeñas pausas y prosigue
con los salmos, siento sus pesares y penumbras debajo
de su bata, sus cabellos marchitos y su cuerpo fúnebre.
Solo escucho atentamente lo que grita en poesía,
intentando descifrar cada palabra que brota de su
alma abandonada, hasta que después de una larga
pausa lo comprendo... no solo vino a susurrarme
esta mañana, sino a poseer mi cuerpo y cada
una de mis madrugadas.