No permitas que se anulen en el destierro
las delicadas primaveras que con tus manos forjé.
Anhelo que se aplaquen, hasta la nada, el fervor de tus miedos
que emigren, en eterno vuelo, la avidez de tus dudas.
Amanecido de hambrientos soles estoy,
hastiado de lunas severas.
Acércate, que en la multitud tus susurros languidecen,
arrójame a piedad en la temeridad del caos;
Despertarás del sueño alumbrada de versos.