Mis ojos desvariaban bajo el cielo tan amplio y sombrío,
mi locura estaba al borde de la montaña, todo parecía incierto,
tan solo sentía mis pies sobre la tierra fría y la humedad en mi nariz.
De pronto un alma se acercó a mí,
sostuvo mi libro y comenzó a leer estas líneas de forma graciosa
otras veces parecía un verdadero poeta, vi, sus ojos dorados vi,
sobresalían del reflejo estelar, secaron mis ansias relajando mis hombros.
Cualquiera que nos hubiese visto podría asegurar que la tormenta acabó
o quizá aun apenas comenzaba…
Lu