Un haz de luz silente me hace pensar en ti,
como se piensan los amores extraños,
como las antiguas historias
capaces de existir más allá del abismo y las promesas,
como los sueños prisioneros de otros sueños,
y esta vida mía prisionera en tus ojos.
Llegaste de otras eras a perturbar mi mundo
y fuiste una creciente ola
que abarcó por completo mi continente dormido,
dejando en la desierta arena,
no más que cosas posibles de existir,
lentas suposiciones
de lejanos sonidos de infancia,
en una sonrisa que quizá no percibas
y mi loca ansiedad de marinero
de llegar a tu puerto.
Este frío noctívago
enarbola su bandera de años
y penetra en la piel y los recuerdos,
y ahí estás tú con tu total lejanía,
con tus cercanías fugaces,
y tus manos blancas,
y tus dedos firmes;
ahí sigues sin mí,
mientras mis horas desfilan con más prisa,
con ganas de esparcirse en la vorágine del cosmos,
y no logro alcanzar tu destino;
y ahí estás tú, siempre a lo lejos,
sonriendo despacio,
atrapada en mis sueños,
mientras la noche peregrina avanza,
avanza sin dejar su cadencia,
y tú sigues sonriendo despacio
y yo sigo pensándote desde el silencio breve,
más allá del abismo y las palabras.