Veo el cuarto poco iluminado, entre tenue oscuridad y tenue luz, como el velo que da la luna en un bosque a media noche, sin embargo, este momento es encendido por un sol despampanante, es de los brillantes días que ya no puedo apreciar.
Lo sabía, sólo estaba esperando.
Lo sentía, sólo estaba esperando.
Sólo estaba esperando… y ya está aquí.
Cuando brota el interés al conocer a alguien, surgen tus cualidades más agradables, la arropas con cortesía y amabilidad, poco a poco acortando la brecha que distancia a dos desconocidos. Cerca y más cerca.
Así, me acaricias suavemente, respetando mi fragilidad. Ligeras, secas y frías tinieblas me tocan, cada vez más firmes, cada vez más decididas a reclamar su pertenencia. Tomándome en un abrazo intenso, seguro e inmóvil. Sometiendo cada fibra de mi ser a su oculta voluntad.
Ya no necesito moverme.
Entonces me doy cuenta de las voces, voces que se lamentan, alegres y desesperadas, gritos desquiciados que con facilidad desgarrarían mis oídos pero, como un susurro, se oyen lejanas, ruidos sordos que me alcanzan poco a poco, los voy entendiendo y me serenan.
No hay nada más que oír.
Me ha agotado la respiración, no pueden mis fuerzas tomar el aire, ni puede mi pecho sostenerlo. Quítame el aliento, inhala mi alma tranquilamente, déjame soltar un suspiro eterno.
El jadeo se terminó.
Lista para recibirte, lista para irme. Se acerca esa aterradora neblina, oscura, densa, trae consigo a las violentas voces que me dan la tétrica bienvenida. Viene al fin a devorarme después de saborear mis sentidos. Esa neblina va lento, me cubre, venerando cada parte de mi cuerpo, me seduce.
Lamento mi estado, mi más profundo pesar, que en estas condiciones ni un gracias te puedo dar. Mi voz ya se ha dormido y mis labios púrpuras se romperían al sonreír. Pero te doy mis últimos instantes, la última pizca de conciencia que me queda. En ti pierdo mis pensamientos, mis valiosos recuerdos; lo que significó mi existencia es lo único que te pido, devuelvas a mi corazón.
No hay más que decir.
No duele, no pesa, no me estremecen tus sombras. Domina mi pecho arrancándome los latidos, ese trillón de presencias, esa niebla me consume por completo. Todo en un instante, en silencio.
No hay más que vivir.
Ya no hay nada… mermado mi tiempo… exhalo.
Buenas noches.